En los archivos musicales chilenos hay registradas al menos dos definiciones majaderas para referirse a Juan Antonio Labra: «el Michael Jackson chileno» y el artista «de proyección internacional». Comparaciones más, apodos menos, lo cierto es que Labra es un símbolo indiscutible del pop ochentero nacional y uno de los pocos solistas que convirtieron en hits casi una decena de sus canciones. Sus shows se caracterizaban por incluir luces, coreografías y bailarines en momentos en que aquello era un adelanto de pop bien facturado, y con pegajosos singles bailables como «Bailarina, me haces mal», «Mueve, mueve», «A bailar la salsa» y «Paran pan pan», pero este artista de singulares vibratos y falsetes también hizo de la balada uno de sus fuertes, y canciones como «Niña», «Te quiero» e «Identidad» lo situaron en los primeros lugares de las listas radiales de esa década.